Leyendo otro caso más de corrupción en el deporte, el de la operación 'Oikos', donde presuntamente hay varios partidos amañados y algunos futbolistas e, incluso, un presidente imputados, no me sale otra reacción que el cabreo y el cansancio. Pero con el trasfondo del asunto, me explico:
Mi cabreo viene porque se ha permitido una tendencia peligrosa, sobretodo para jóvenes, pero también para cabezas de familia, donde no hay límite ninguno, excepto el dinero propio (o ajeno). Hace unos meses, un portero de uno de estos lugares me contaba como un hombre de mediana edad perdía en una noche todo el sueldo del mes (950 €) que acababa de cobrar ese mismo día. La enfermedad se llama ludopatía. Y esto, es muy triste. Que además, hayan personas que se lucren con este tipo de casos, mucho más triste aún. Pero que nuestros gobiernos lo permitan porque, entre otras cosas, cobran los impuestos y 'está todo en regla', indignante.
Y se puede jugar y apostar muy fácilmente: en el móvil, en el salón de juego, con apuestas deportivas, de carreras de galgos, con ruletas rusas, con máquinas tragaperras... Tenemos un pequeño 'Las Vegas' por cada calle que andamos.
Lo que me cansa es ver como nos pasamos la pelota de un lado a otro, de un ayuntamiento al gobierno de la Comunidad y de ahí al gobierno central, sin solucionar absolutamente nada. Las casas de apuestas han masificado pueblos y ciudades (solo en las Torres hay ocho). El tabaco, el alcohol y el juego han sido, históricamente, los vicios más lucrativos. Hemos sustituido cafeterías y bares por salones de juego. Y el juego en exceso, como todo en la vida, puede ser fatal.
Hay soluciones y deben ponerse límites antes de que sea tarde. Con el carnet por puntos y el aumento de controles se consiguió reducir el número de accidentes provocados por el consumo de alcohol, y se consiguió, sobretodo, concienciación. Logremos entre todos la fórmula que reduzca este vicio porque el 'juega con responsabilidad' es meramente una pantomima.