viernes, 31 de mayo de 2019

UN FUTURO MAL APOSTADO

Leyendo otro caso más de corrupción en el deporte, el de la operación 'Oikos', donde presuntamente hay varios partidos amañados y algunos futbolistas e, incluso, un presidente imputados, no me sale otra reacción que el cabreo y el cansancio. Pero con el trasfondo del asunto, me explico:

Mi cabreo viene porque se ha permitido una tendencia peligrosa, sobretodo para jóvenes, pero también para cabezas de familia, donde no hay límite ninguno, excepto el dinero propio (o ajeno).  Hace unos meses, un portero de uno de estos lugares me contaba como un hombre de mediana edad perdía en una noche todo el sueldo del mes (950 €) que acababa de cobrar ese mismo día. La enfermedad se llama ludopatía. Y esto, es muy triste. Que además, hayan personas que se lucren con este tipo de casos, mucho más triste aún. Pero que nuestros gobiernos lo permitan porque, entre otras cosas, cobran los impuestos y 'está todo en regla', indignante.

Y se puede jugar y apostar muy fácilmente: en el móvil, en el salón de juego, con apuestas deportivas, de carreras de galgos, con ruletas rusas, con máquinas tragaperras... Tenemos un pequeño 'Las Vegas' por cada calle que andamos.

Lo que me cansa es ver como nos pasamos la pelota de un lado a otro, de un ayuntamiento al gobierno de la Comunidad y de ahí al gobierno central, sin solucionar absolutamente nada. Las casas de apuestas han masificado pueblos y ciudades (solo en las Torres hay ocho). El tabaco, el alcohol y el juego han sido, históricamente, los vicios más lucrativos. Hemos sustituido cafeterías y bares por salones de juego. Y el juego en exceso, como todo en la vida, puede ser fatal.

Hay soluciones y deben ponerse límites antes de que sea tarde. Con el carnet por puntos y el aumento de controles se consiguió reducir el número de accidentes provocados por el consumo de alcohol, y se consiguió, sobretodo, concienciación. Logremos entre todos la fórmula que reduzca este vicio porque el 'juega con responsabilidad' es meramente una pantomima. 

jueves, 23 de mayo de 2019

REDES SOCIALES: LA NUEVA INQUISICIÓN


Desde los comienzos de internet, donde los chats y foros nos conectaban virtualmente, hemos asistido a una brusca y violenta transición del eterno juicio social sobre lo que dejamos o no dejamos de hacer.

La interacción actual entre personas y el alcance a la información (o a las informaciones que nos interesan), son asombrosas respecto a hace, pongámosle, unos veinte años. Pero claro, las herramientas que hoy en día tenemos en la mano pueden usarse de mil maneras. Y siempre gustó la crítica, la detracción, la difamación y las calumnias pero, sobretodo, opinar lo que está bien y lo que está mal.

Por ello, cualquier individuo que se salga de la línea de lo 'correcto' socialmente, nos lo cargamos: un simple tatuaje, una fotografía, una frase con algún equívoco, un corte de pelo, una copa en la mano, una camiseta, un vestido, un escote, un comentario, una publicación en Instagram, un tweet, un titular impreciso... Cualquier gesto o acción de nuestro día a día.

¿Y qué pasa? Que se nos olvidan los límites. Y el respeto, el decoro, el tacto. No pasamos el filtro del razonamiento (mucho menos el del intelecto) y soltamos lo primero que se nos pasa por la cabeza. Y conseguimos hacer daño, a veces mucho, a personas que, incluso, ni saben que están hablando de ellas. Pasa en Facebook, pasa en Twitter, pasa en Instagram...

Y conseguimos enfrentamientos absurdos y discusiones odiosas, móvil en mano, por algo viral pero insignificante. Lo bonito que sería dejar hacer, dejar vivir, respetarse y aprender en vez de ajusticiar a un famoso o a un desconocido en una red social.
La libertad de expresión es un derecho. El respeto, un deber. Hagámonos valedores de ambos.

martes, 21 de mayo de 2019

¿BATALLA LOCAL O ELECCIONES?


Estos últimos días observo como se nos va de las manos la campaña electoral de mi pueblo. Además del escueto (por no decir la falta de) respeto entre partidos políticos, he comprobado como la gente de la calle sigue defendiendo con uñas y dientes a 'su' partido, pase lo que pase.

En el arte de la guerra se decía que "la mejor defensa es una buen ataque". Y eso es lo que está ocurriendo. Veo 'habitantes' que cuestionan a los aspirantes por no estar empadronados, o por no estar trabajando en el municipio. Sigo la vista atrás y aparece alguna denuncia por saltarse normas de la Junta Electoral en plena campaña.

Que no digo que falte o no razón, ni siquiera que sea o no legal pero, ¿somos poco más de 21.000 habitantes y ésto es lo que nos interesa? ¿Qué envergadura acapara el interés de unos pocos? Me preocupa palpar más el anhelo de poder antes que el bien común.

Sé que es difícil, pero me gustaría ver de una puñetera vez que la política que practican los Sánchez, Rivera, Iglesias... no tiene nada que ver con la política local. Que si nos parece bien e interesante la propuesta del rival, se dice, se apoya y punto. Para batallas dialécticas y de oratoria ya tenemos 350 diputados, 266 senadores y un sinfín de políticos, periodistas y programas de televisión. Para gestionar un pueblo estoy seguro de que se hará mucho mejor si partimos de la unión de todos aquellos que han sido elegidos por sus vecinos, sean del color que sean.