miércoles, 13 de noviembre de 2024

TRISTE REALIDAD

Llevo mucho tiempo sin escribir por aquí pero la rabia e indignación que siento ahora mismo no quiero dejarlas en saco roto. Aunque siento más pena que otra cosa. Esta mañana vi la noticia donde encontraban a los niños de tres y cinco años desaparecidos desde el pasado 29 de Octubre cuando les sorprendió la riada en Torrent. Y no quiero imaginar el dolor de por vida que tendrán esos padres. No sé si aún más el padre, que estuvo con ellos y vio como solo él pudo salvarse. Perder así o de cualquier forma a tus hijos es seguramente lo más duro e inhumano que nos puede pasar en nuestra existencia.

Tenemos claro que el planeta Tierra donde habitamos no para de azotarnos y sorprendernos. Y vivir en un país del primer mundo no nos excluye de sufrir pérdidas humanas ya sea por catástrofes naturales, pandemias, guerras, etc. Por el momento, me centraré en los fenómenos atmosféricos. Nadie, repito, nadie puede controlar ni ser responsable de una DANA, un terremoto o un tsunami. Pero sí hay responsabilidad en la forma de actuar e, incluso, con los medios que contamos, de evitar tragedias mayores y víctimas mortales.

Y una vez que llovió, y teniendo medios e información fehaciente de lo que podría pasar, ahí es cuando aparece lo que ahora muchos denominan el 'estado fallido'. Yo solo veo políticos ruínes, embusteros e ineptos, capaces de lo peor por mantenerse en el poder. Alzando la miseria de la política y anteponiéndola al sentido común y solidario que gran parte la gente les ha demostrado. Cuando pasaron las primeras horas, ya los vecinos buscaban familiares y amigos entre el lodo. Mientras, Mazón y Sánchez junto a otros políticos con mando, no sabían qué hacer. Y, lo que es peor, tampoco querían. Solo horas después de que empezaran a mezclarse supervivientes y cadáveres en el fango, otros estaban aprobando cambios en la radio y televisión pública.

Mientras miles de personas llegaban andando por puentes y caminos, mientras miles de profesionales como militares y bomberos esperaban una orden, fue la sociedad civil la que dio la mayor y más fácil lección prestando la ayuda que podían con lo que tenían. La importancia de las primeras horas la tomaron con total inacción, para pasarse la responsabilidad de los muertos de un color al otro. Y pasó demasiado tiempo hasta que se movilizaron. Por supuesto, además hay daños materiales y una gran repercusión económica y laboral. Pero, insisto, son las vidas humanas las que no se podrán recuperar.

No quiero seguir fustigando lo que por desgracia ya no tiene arreglo. Pero esta clase política debería tener presente la historia de cada uno de los más de doscientos fallecidos. Simplemente con esos minutos, horas y días que pasaron aquellos a los que se pudo socorrer y, por incompetentes y miserables, no pudieron, debería servirles para cuestionarse por qué siguen en esos cargos. Sí, son cómplices. Que dimitan o sigan calentando un sillón no solucionará nada. Aunque tampoco retractará mis palabras. Si tienen una pizca de vergüenza, ya deberían haber cerrado al salir.

Y después de dos semanas, ya está la maquinaria de la desinformación a plena potencia. Los medios de comunicación terminan siendo despreciables en muchos casos. Alguno reportero manchándose de barro para parecer más trágico, alguna reportera tergiversando mensajes de lodo en la pared. Cuesta mucho creer lo que está pasando.

Solo me quedo con esos profesionales que siguen dejándose la piel y esa cantidad de gente solidaria que ha ayudado in situ o de cualquier manera. De verdad, esto sí es para elogiar. En muchos casos siendo o no su trabajo, utilizando sus horas libres, se ha podido comprobar solidaridad de la auténtica. Esto no va de colores, que no nos engañen más. Somos un gran país que hemos demostrado de nuevo una bondad brutal, pero un país dirigido por los peores y más corruptos e inútiles gobernantes que pudieran existir. Y esa es la triste realidad.